Esperando la Marea

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    El Amor considerado como una integral indefinida

    QUE EL AMOR PUEDE TENER raíces cuánticas es algo que los científicos ya han comenzado a sospechar. Cualquiera que tenga unos mínimos conocimientos de las corrientes de pensamiento matemático de los últimos tiempos, podrá entrever sin demasiado esfuerzo que las relaciones amatorias humanas, esa chispa misteriosa que hacen que nos atraigan unos y no otros de nuestros congéneres, acabará por ser demostrada aplicando las ecuaciones de la ciencia llamada Caos.

    Porque me concederán que todo este asunto de los emparejamientos es francamente caótico, incluso desde el punto de vista de los fundamentos biológicos de la conducta.

    Nos dicen que enamorarse no es más que el resultado de un intercambio de feromonas, que es lo mismo que decir que caemos rendidos ante un olor, no ante unos ojos, unas tetas, o una línea de pensamiento afín (mis lectoras pueden colocar aquí sus referencias inversas: yo no me atrevo a intentar dar en la diana de las verdaderas preferencias femeninas). Pues qué bien, nos ha jodido... Tanto cuento, tanto poema, tanta literatura, para al final darnos cuenta de que somos tan animales como el puñetero perro de mi vecino que le huele el culo a las perras para averiguar cuál es la que le mola. Muy bonito, pero que muy bonito. Y lo malo es que es verdad. Yo mismo doy fe del poder hipnótico del olor de una mujer, y es evidente que a ellas les pasa lo mismo, sólo que lo manifiestan más abiertamente, porque los hombres-hombres que pueblan este país antes llamado España nunca reconocerían que caen a los pies de una peil tersa, fresca, que huele a aurora de la mañana, a rocío entre la niebla, a la brisa del mar en las playas del Atlántico... No, aquí son pechos y nalgas los que se llevan la palma. O eso es lo que pretenden vendernos.

    Muy bien. Otro mito al garete. Los románticos tendremos que dejar de serlo, y abandonar la idea de atrapar la luna con una red de versos para entregársela a nuestra amada... apartar la guitarra de nuestros dedos encallados, renunciar a la idea de rasgar notas que atraviesen el alma, porque el alma no es más que un corolario de la Eduación de Schrödinger o del Principio de Incertidumbre de Heisenberg... tendremos que echar a un lado nuestras lágrimas, porque el H2O meclado con ClNa ya no lava la amargura de un sentimiento no correspondido...

    La ciencia es buena, pero a veces es una hijadeputa. Habría ciertas cuestiones que sería mejor no investigar, usar el dineral destinado a investigaciones sin sentido para hallar la vacuna contra el SIDA, desterrar el cáncer de la historia humana, o conseguir nanofraguas que alimentasen a todas las criaturas que, en este mismo momento, están muriendo de hambre en el hemisferio sur.

    Y que dejasen tranquilo al amor, por dios (que no es más que otro fenómeno cuántico, pero ya hablaré de ello en otra ocasión).

    2006-01-13 08:43 | Categoría: Speaking in Tongues | 2 Comentarios | Enlace

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    Comentarios

    1
    De: Kotinussa Fecha: 2006-01-13 10:19

    Pues resulta que yo no tengo sentido del olfato en absoluto (algo hereditario). Así que la explicación me tranquiliza, porque ahora comprendo que la tremenda dificultad que tengo para enamorarme no es porque sea rara, sino por esa particularidad.



    2
    De: Juaki Fecha: 2006-01-13 10:44

    Ummmm... No sé yo si es una ventaja o una maldición, fíjate tú... :)



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