Solaris, o el amor en tiempo lento...
Hoy he vuelto a ver Solaris, DVD con la versión de Soderbergh, no la de Tarkowsky. La he visto en tres ocasiones, una en inglés y dos en castellano, para apreciar los detalles desde todos los ángulos, incluyendo los puramente lingüísticos. Cada vez me gusta más esta historia de redención en el límite de lo desconocido.
No seré yo el que caiga en el error de comparar dos categorías estéticas distintas: ni el cine expresará jamás (salvo rarísimas y contadas excepciones) lo que transmite la literatura, ni la literatura conseguirá el impacto sensorial que produce el cine. Cada universo se rige por sus propias reglas, como muy bien sabemos los aficionados al género. Es cierto que no llega ni a hacerle sombra a la novela homónima de Stanislaw Lem en la que está basada, nadie va a negarlo, pero tampoco era necesario que lo hiciera. Está claro que se trata de un proyecto personal, fuera del mainstream de Hollywood, y, por tanto, estamos ante la visión sesgada de unos ojos que han podido ver en el relato escrito cosas muy diferentes. En este sentido, es evidente que cada lector haría un film muy distinto, y que no todos coincidirán en la cara del prisma que utilizarían.
Cuando leí que iban a hacer una nueva adaptación (la primera fue rusa, en 1972), y viniendo de donde venía, me temí que se iban a limitar a hacer otra película gore de terror espacial en el más puro estilo de Horizonte Final o Alien, aprovechando ese tufillo a historia de casa encantada que en ocasiones tiene la novela, ese poderoso terror psicológico que la invade. Creí que aprovecharían la percha de George Clooney para esbozar a un héroe macho machote al rescate de una doctora (doncella) en apuros rodeada por los extraños y malvados Visitantes de la Estación Solaris, en órbita alrededor de un planeta vivo, dominado por ese extraño océano cambiante con su particular código de conducta. Nada más lejos de la realidad. Me encontré con una oscura historia de amor y redención, profunda, cruel, manida por lo absolutamente humana… Cercana para muchos de nosotros: un esbozo patético de lo difícil que es la comunicación humana, sobre todo dentro de la pareja.
Los que hayáis leído la novela, sabéis que es precisamente ese uno de los puntos centrales del relato: el problema de la comunicación entre especies. Los Visitantes, esos extraños espectros materiales que encarnan los sueños más profundos de los humanos, parecen ser una sofisticada forma de intercambio de información entre la entidad Solaris y esas criaturas perdidas que son los hombres. Lo interesante es que, al igual que en la película, dichas formas parecen estar tan perdidas como los propios astronautas terrestres. Eso me da que pensar: cuando una entidad superior trata de rebajarse a nuestro nivel, a limitarse a presentarnos un reflejo especular de nosotros mismos, todo empieza a fallar. Nuestra imperfección, nuestra innegable tendencia a la entropía, acaba por arruinar cualquier intento de contacto racional.
La película me parece (ya me lo pasreció en su momento) arriesgada para los tiempos que corren. Hay que verla con una cierta sensibilidad, incluso inocencia, abstrayéndose de intentar buscar en ella el cine de ciencia ficción al que nos han acostumbrado. No hay efectos especiales espectaculares, ni explicaciones pseudocientíficas (exceptuando el tema de bombardeos de antibosones) que nos calientan la cabeza. Hay amor en lentos flashbacks, y pecados capitales, y redención a través de una mente alienígena, y una música deliciosa y envolvente que te impide el más mínimo sobresalto, a pesar de estar lidiando con personajes muy cercanos a fantasmas que, en una atmósfera diferente, hubieran hecho que nos removiéramos en las butacas. Es una película delicada, que quizá necesite tantos visionados como los que yo me he tragado para entenderla en su totalidad.
Disfrútenla si aún no lo han hecho. Si la vieron y les decepcionó, concédanle una segunda oportunidad. A los que se han privado del placer de leer la novela, sólo recomendarles que intenten hacerse con ella. Le aseguró que acabarán soñando con poder contemplar el cambiante océano de la superficie de Solaris.
El lugar en el que navegan los sueños…