Carnaval Fantástico: La CiFi en el Carnaval de Cádiz
El Carnaval, con mayúsculas, de Cádiz ha sido siempre un tapiz en el que los gaditanos reflejan la realidad que les rodea. Pueden hacerlo con humor, o con una solemne seriedad que a veces raya el dramatismo. Dos caras de la misma moneda. A lo largo de su historia, larga y extensa, ha ido reflejando los sucesos que rodeaban a la Tacita. La historia, los cambios políticos y sociales, los problemas, las alegrías, los personajes... todo cuanto puede rodear a un pueblo ha sido pincelado a través de coplas y disfraces para que quede constancia física, una enciclopedia para generaciones venideras, quizá un simple testimonio de nuestro paso por este mundo.
Para componer este tapiz, el gaditano usa metáforas estéticas tomadas del mundo que le rodea. Cada año, cientos de agrupaciones vienen al Gran Teatro Falla y toman un disfraz, un tema con el que exponer sus quejas, sus críticas o sus chanzas. A finales del siglo pasado, cuando comienza el carnaval moderno y más documentado, los embozos eran plenamente costumbristas, y se limitaban a reflejar oficios o estratos sociales, cercanos o exóticos. A medida que la ciudad y el país iban perdiendo el aislamiento cultural, la contaminación estética (sobre todo a través de un cine y una literatura mucho más accesible a las clases medias y bajas que componían la esencia de las agrupaciones) se hizo notar. Esta polución de ideas dio variedad a los disfraces y las temáticas y, como no, empezó a surgir todo un abanico de posibilidades nuevas que enriquecieron la fiesta, dándole colorido y dotándole del aire cosmopolita del que ahora goza.
De entre estas influencias, una de las que más tardó en arraigar fue la vertiente fantástica, quizá por el aire innovador y casi pecaminoso con los que los dirigentes del régimen franquista catalogaban a tales ideas. Recordemos aquí que, durante esos cuarenta años de historia negra de nuestro país, los Carnavales se anularon, pasando a denominarse Fiestas Típicas Gaditanas. Mucho más folklórico, ya saben, más de charanga y pandereta, como dios manda...
Aun así, surgieron aquí y allá destellos de ciencia ficción, muy a la moda pulp de mitad de siglo. Curiosamente, hay una coincidencia temporal entre en resurgir del cine fantástico de finales de los 70 y principios de los 80. Como veremos, incluso tomando el título de las películas, o tergiversando su argumento para adaptarlo al devenir de la vida cotidiana de Cádiz. Tal es el caso de la famosa comparsa portuense “Los Simios” (1980), coincidiendo con la emisión de toda la serie de largometrajes derivados de El Planeta de los Simios en la televisión nacional. Rizando el rizo, esta misma agrupación volvió a acudir al Carnaval veintidós años después con “El Regreso de los Simios” (2002) a tenor del estreno de la versión de Tim Burton.
La corriente, en cualquier caso, parece empezar en la década de los 50, tras el parón demencial y obligado de la Guerra Civil, y ya asentados en una posguerra que tragaba como cotidiana. En dicha década comienzan a aparecer las primeras concesiones nuestro lado oscuro de la fuerza. En 1952, tres agrupaciones (un número elevado, puesto que en aquella época el número de grupos participantes era mucho menor al actual) se decantan de una u otra manera hacia la imaginería futurista o fantástica: dos chirigotas, “Fumanchú y sus dakoys” y “Los Astrónomos”, y un coro, “Los Guerreros del Castillo X”, esta última de orientación inclasificable. Tres años después, en 1955, aparecen dos coros siguiendo esta vertiente que, además, protagonizarían uno de los episodios más recordados del carnaval gaditano, al tener una bronca descomunal durante el típico carrusel de carrozas que tiene lugar todos los domingos dentro del desarrollo de la fiesta. Sus nombres eran, por supuesto, “Los Marcianos” y “Los Bichitos de Luz”.
En las décadas siguientes irán surgiendo nuevos ejemplos de la corriente que nos ocupa, pero sin llegar a destacar en ningún momento por su originalidad o propuestas. Simplemente se limitan a reflejar la realidad mundial circundante. De entre ellos cabría destacar “Los Sabios Atómicos” (1960), coincidiendo con el desarrollo de la Guerra Fría, y “Los habitantes de la luna” (1969), curiosamente proféticos por la supuesta llegada del primer hombre a nuestro satélite pocos meses después. Un poco más tarde, en 1973, salen “Los Atlantes”, como la primera aproximación (habrá más) al mito de la Atlántida.
A comienzos de los ochenta, impulsados por la apertura social y cultural que propició el asentamiento de la democracia y las reinstauración oficial del Carnaval de Cádiz, la temática de las agrupaciones también cambió, adquiriendo una sofisticación hasta entonces desconocida. Los disfraces, hasta aquel momento diseñados con más ingenio que prestancia, se convirtieron en pieza fundamental de coros, comparsas, y chirigotas, comenzando a buscarse diseños vanguardistas y de gran colorido, fantasías que rompieran con el gris costumbrismo del pasado. A la vez, los miembros de los grupos dejaron de pertenecer sólo a la clase obrera (que en los carnavales de preguerra cantaba a los ricos para obtener “la voluntad”), y comenzaron a verse los primeros universitarios y empresarios de clase media pululando por los locales de ensayo. Esto trajo consigo nuevas ideas, sobre todo literarias. Como ya hemos comentado, la alegoría de los Simios fue uno de los grandes éxitos en 1980, luciendo disfraces que eran prácticamente calcos de los de los personajes de la película. Tres años más tarde, en 1983, sale una de las más famosas comparsas del autor Joaquín Quiñones, “Robots”, que deja patidifuso al público por su increíble puesta en escena y por su habilidad para meterse en el tipo . Los aficionados al fantástico incluso no podíamos creer que a lo largo del repertorio hiciera claras alusiones al Yo, Robot de Asimov con toda naturalidad. Los tiempos estaban cambiando, que decía aquel...
Y tanto, aparte de los referentes a la estética de ciencia ficción, se comienzan los primeros escarceos con los personajes arquetípicos de la literatura de terror. Los primeros son los muertos vivientes en la comparsa de 1985 “Zombies”, del afamado autor Antonio Martínez Ares, luciendo un sofisticado maquillaje desconocido en los carnavales hasta aquel entonces. Le siguen las momias, en 1986, esta vez en clave de humor con la chirigota “Las momia de güete pa jugá los niño”, disfraz que será tomado de nuevo dieciséis años más tarde para ridiculizar las ansias excavadoras de la alcaldesa del PP, en el coro de Quico Zamora, “Los Desoterraos” (2000). En ese mismo año de 1986 al que nos referíamos, aparece otro de los clásicos, “Hombres Lobo”, cantando a la luna desde las tablas del Teatro Falla. En aquellos carnavales aparece una revisitación del hombre-máquina de la mano de “Autómatas”, aunque sin llegar a tener el éxito de su predecesora. En 1987 tendremos a los “Selenitas”, otra vuelta de tuerca al mito de los habitantes de la luna, y a un grupo de aterrorizados personajes en “Terror terrorífico en la Casa del horror horroroso”. Se van acercando los noventa, y, en su antesala, surgen un par de agrupaciones que intentan reflejar contenidos fantacientíficos. En 1989, el coro “Invasores” refleja (con pésimo gusto) un batiburrillo de iconos televisivos y cinematográficos que van desde los reptilianos extraterrestres de la mítica serie “V”, hasta las sufridas tropas de asalto de Star Wars. Olvidable. Sin embargo, ese mismo año, una chirigota deliciosamente freak irrumpe con fuerza en el mundo carnavalesco.
A mitad de la década de los ochenta, un joven autor comienza a escribir sus primeras locuras carnavalescas con “Los Ordeñadores Personales”, acercamiento casi autista al incipiente mundo cibernético que nos acechaba. Fue en 1986, y la agrupación era bastante deleznable, pero muy divertida, apuntando maneras hacia lo que estaba por venir. Tres años más tarde, el mismo artífice, el ahora famoso José Guerrero Roldán, “Yuyu” (locutor y presentador de radio y televisión en Canal Sur), ataca con una de las chirigotas más extravagantes y delirantes de la historia del Carnaval: “Los Sanmolontropos Verdes”, una suerte de de mutaciones genéticas descontroladas que surgieron de la suciedad que había en los rincones de su local de ensayo. El grupo fue una revolución en la estética habitual de la chirigota, por aquellos entonces mucho más comedida, y, lejos de amilanarse, el año siguiente contraatacó con la exitosa parodia de un Cádiz del futuro con la increíble “Carnaval 2036: Piconeros Galácticos”, en la que interpretaban a una cuadrilla de gaditanos del mañana que venían a visitar “los carnavales de la antigüedad”. Fue otra convulsión que sacudió los pilares del chirigoterismo más adocenado. Y esta vez vino para quedarse.
A partir de ahí, surgen bastantes agrupaciones de temática fantástica o terrorífica, y empieza la vertiente de los superhéroes. En 1990, “Aquellos Duros Antiguos”, jugando con el doble sentido respecto al más famoso tanguillo de nuestras fiestas, aparecen disfrazados de personajes de cómic como Conan, Spiderman, el Capitán América, etc., haciendo las delicias del público. Sin embargo, no es hasta cuatro años más tarde que Cádiz pasa a la lista de las ciudades con protector propio en la figura de “CaiMan” (1994), un superhombre castizo vestido de piconero y con un plumero con el que desface entuertos y se enfrenta a los supervillanos... carnavalescos. Surge de una idea de otro gran chirigotero, el Sheriff, que volvería a pisar las tablas del Gran Teatro Falla con otro defensor de la ley surgido (a medias) de la pantalla: es “Robobocop” (1996), una sátira gaditanizada en la que se mezcla a la policía local de la tacita (los llamados “queus”) con el personaje llevado a la pantalla por Paul Verhoeven. Vendrían más, en el 2002 surgen “Los Vengadores Gaditanos”, que imitan a un grupo muy al estilo de la Patrulla X o Alpha Flight que patrullan las calles y los cielos de Cádiz.
A lo largo de los noventa, y en lo que llevamos de siglo, cada vez han sido más las incursiones en el mundo de la ciencia ficción y la fantasía, sin duda influenciados por el auge de las películas dedicadas a esta temática, o simplemente porque se prestan a la que la ironía, la sátira, y el doble sentido actúen desde otro nivel más alejado de la realidad. En 1998 surgen “Los Extraterrestres”, disfrazados de marcianos BEM, muy al estilo de los films de los cincuenta, y “2984: Replicantes Gaditanos”, de los Hermanos Labajo, verdaderos freakies de la Fiesta (un par de años antes nos habían sorprendido con “En Carne Viva”, en los que representaban a marineritos zombies) que proponen un futuro pintoresco y demencial en el que ellos son los únicos supervivientes, creados a partir de material genético en conserva, de una guerra entre los capillitas y las fuerzas vivas para desterrar el carnaval.
La corriente, pues, ha seguido, y ahora sería arduo listar todas las agrupaciones (legales e ilegales) que se pasean por las calles y el teatro exhibiendo motivos fantásticos. Algunos se lo toman muy en serio, y otros muy en broma. Ya decíamos que el Carnaval no es más que un reflejo de la realidad. Pero seguimos, aportando nuestro granito de arena. Podría decirse que a esta ciudad le gusta soñar, hacerse preguntas trascendentes y responderlas con la chanza o la comedia, que ya decía el sabio Séneca que el pueblo que no saber reírse de sí mismo ni es pueblo ni es ná. Quizá esa sea la razón de que aquí haya tantos escritores de ciencia ficción, teniendo en cuenta lo chiquitito que es este rincón. Quizá sea porque nos gusta la ensoñación, el carnaval... y porque tenemos una playa que es una gloria en la que nos gusta sentarnos y mirar las estrellas.
Pasen por aquí algún que otro Febrero. No se arrepentirán.