Me quedo sin Minotauro
Hace algún tiempo que he perdido el ritmo de escritura en esta bitácora. Verter ciertos pensamientos en ella se había convertido en una especie de ritual para mí, algo con lo que poder conjurar los fantasmas de la vida cotidiana. Pero hay rachas y rachas, y me encuentro metido de lleno en una de ellas.
Una de esas épocas en que los hados parecen conjurarse y el trabajo administrativo, las publicaciones (me refiero a los artículos sesudos de investigación, no a mis relatos y novelas), los informes, y todo el resto de zarandajas burocráticas se apelotonan en las agendas en el espacio de una sola semana. Estoy harto, pero, bueno, entre otras cosas para eso me pagan.
Tenía una ilusión de escape, un suceso amable que me iba a servir para desconectar, al menos por un día, de todo este trajín: la entrega de los Premios Minotauro que se celebra esta noche en Madrid, y en la que dos buenos amigos se encuetran nominados para la premio a la mejor novela fantástica. Desafortunadamente, la vida te enseña a permanecer alerta, a saber que todo se puede torcer en el último instante, y así ha sido.
Dejemos las causas: me quedo en tierra. No estaré allí para apoyarles en caso de que no consigan el premio o para saltar con ellos de alegría en caso de que uno de los dos lo haga.
Perra vida esta, oigan, dulce y amarga por igual. Mucha mierda, Rafa y Ángel, que los hados que a mí me han abandonado os acompañen a vosotros y hagan de esta noche una hora mágica.
Y a Crom lo espero al final de mi vida, para pedirle cuentas por esta putada.