Tengo un virus
Vaya, yo creía que tenía un resfriado, de los normales, de los de toda la vida, y resulta que no, que soy víctima de esa nueva enfermedad que es “tener un virus”. Pues vale, tengo un virus, lo que los médicos no saben es cuál es, ni como tratarlo. Así que te dicen que bebas mucho líquido, que te muevas lo menos posibles, te firman el papel de la baja (eso viene a ser lo único bueno del asunto, pero con reservas en mi caso, que tengo mucho trabajo), y, ya sabes, a sudarla en tu casita mientras te consumes de fiebre.
Dicen que las ciencias avanzan que es una barbaridad, y yo me lo creo, pero a veces tiene uno la impresión (sólo la impresión) de que en asuntos medicinales no nos hemos movido mucho. Estoy seguro de que los chamanes ya sabían esto del virus cabroncete contra el que no hay nada que hacer, y que atiborraban a sus enfermos de cosas inútiles que, con mucha comedera de coco, realizaban el efecto placebo adecuado para hacer que te sintieras un poco mejor. Hierbas, ungüentos, y bichos chupópteros harían el mismo efecto que el paracetamol, el ibuprofeno, y la vitamina C concentrada, que no es que te quiten muchos síntomas, pero por lo menos parece que algo alivian, o igual soy yo que me autoconvenzo de ello.
En fin, que tengo fe en que sobreviviré a esta experiencia, pero, mientras tanto, espero que no tengan ustedes que sucumbir al maldito virus fantasma.