Me hacen mucha gracia los programas de Canal Sur que se transmiten desde las distintas Ferias de nuestra región. ¿Por qué? Pues porque son tan falsos como una moneda de quince euros. Vaya por delante que no soy yo muy amigo de las Ferias (no soy NADA amigo, seamos claros), pero, como no me gusta que vilipendien el Carnaval de Cádiz, que es lo mío, tampoco comparto que se carguen los festejos de los demás. Lo cortés no quita lo valiente.
Las Ferias que salen por la caja tonta son de plástico, artificiales, con un escenario orquestado por el equipo televisivo que trata con insistencia de volver a recuperar esa imagen de charanga y pandereta que nos ha perseguido a los andaluces desde que al fallecido dictador le diera por promocionarlo. La imagen es como una postal, con sus gamas cromáticas adecuadas y sus señoras vestidas de faralaes (abanico en mano, sonrisa profident) tras la/el/los presentadora/presentador/presentadores. Todo es felicidad y alegría, y las palmas y los compases de sevillanas se extienden de modo subliminal durante todas las peroratas y entrevistas, que pueden ir desde la más anciana componente de un coro rociero hasta el tío que mejor corta jamones dentro del ferial. Insustancial, maniqueo, adocenado… coloquen tras estos epítetos los que les plazcan.
En realidad, la Feria no es eso, ni mucho menos. No seré yo el que la defienda, porque aún no acabo de entenderla, pero no es eso. Para mí, que vivo en un lugar en el que tienen un evento de estas características, parece ser que uno de los mejores, la Feria no es más que una marea humana de gente bajo un parasol de luces de colores. Cientos, miles de personas deambulando como un rebaño sin control por entre los corrales en los que les sirven pitanza y bebercio a precios abusivos, casi denunciables; a la vez, los miembros de esta manada ciega, interpretan de cuando en cuando un baile ritual repetitivo y catárquico llamado “sevillanas”, una y otra vez, sin descanso, todos los años lo mismo, cuatro estrofas cerradas en las que cabe cualquier cosa.
Esa es mi visión, una visión sesgada por mi procedencia.
Lo cierto es que los lugareños disfrutan con su fiesta, como debe ser, y quizá soy yo el que está ciego a sus encantos, que sin duda tendrá. Por eso decía que Canal Sur, la Nuestra, debería ser capaz de acercar el verdadero espíritu de la Feria al gran público, a los foráneos que recorren cientos de kilómetros en pos del sueño que ven en la caja tonta para encontrarse con que no van a ver ni a un famoso, serán acosados por los vendedores ambulantes, tragarán polvo hasta reventar (albero, que le dicen), y, en el caso de la Feria de Sevilla, que no en las demás, muy posiblemente ni siquiera lograrán entrar en ninguna de las casetas debido al derecho de admisión. Mentir no ayuda a fomentar el turismo. Ser sincero es una política de marketing mucho más segura.
Vayan a las Ferias, son sitios particulares y exóticos, extraños, aunque a mí no me gusten. Vayan a las Ferias sabiendo que van a entrar en un lugar desconocido (si no son de por aquí), pero no se crean la propaganda absurda que transmite nuestro canal autonómico.
Quedan avisados.