Plaga de Guardamarinas
Vaya, hombre: me vengo a Cádiz a desintoxicarme un poco de La Frontera y me encuentro con que está mi tierra hasta la bandera de personas humanas y periquitos de uniforme, todos hasta el cuello de azul y con el ridículo sablecito calzado a la izquierda, penduleando cual reloj a punto de pararse.
Que a mí esto de la Regata no me molesta, vaya por delante, es sólo que los uniformes militares, sean del país que sean, o del cuerpo que sean, me provocan un poco de grima, por no decir urticaria (sí, perdí un año de mi vida haciendo la mili).
Como espectáculo no está nada mal. Ver el Puerto de Cádiz lleno de veleros de toda índole y condición es todo un lujazo, sobre todo para los que, lo queramos o no, tenemos algo de sangre marinera corriendo por las venas. Me gusta, no voy a negarlo: lo que me irrita los cataplines es la plaga de guardamarinas luciendo el palmito, imbuidos en ese tópico grandioso de "soy marinero y tengo una novia en cada puerto".
Que al final es lo que queda. Dentro de nueve meses, tendremos el Hospital Puerta del Mar repletito de Peppinos, Pippotes, Fransuases y demás jolgorio, que el uniforme tira mucho y las nenas de Cádiz llevan muy dentro lo de atender al extranjero. Y bien que hacen, qué leches, que la vida son dos días y uno está lloviendo.
Lo malo son las consecuencias. Igualito que en el '92. Lo que yo les diga.