
Confieso que tuve que sucumbir a las peticiones desesperadas de mis hijos para llevarlos a ver esta película. Hice todo lo humanamente posible para evitarlo, pero no lo conseguí. Tragué, les llevé a los nuevos y flamantes cines de Área Sur (el nuevo megacentro comercial de La Frontera), pagué los quince lerus de rigor, más los otros diez de palomitas y tal y tal... y me preparé para soportar un bodrio de dos horas de pretendido corte fantástico.
Bueno, pues me equivoqué. Mis hijos tenían razón y yo quedé como un auténtico babeta, porque hacia tiempo, mucho tiempo, que no disfrutaba tanto con una película.
Un puro cuento de hadas, tanto para niños como para adultos, con ese regusto a cine clásico que, para mí, la coloca a la altura de films como "La Princesa Prometida" o "Dentro del Laberinto". Una auténtica delicia, con toda una sólida historia detrás que te mantiene embobado durante la mayor parte del metraje. Los personajes, magistralmente interpretados y sobriamente dirigidos nos transportan con total credibilidad a ese mágico reino de Stormhold, separado del nuestro por un pequeño muro de piedra guardado por un marine de noventa años que no duda en partirle la jeta a todo el que prentenda atravesarlo... ¿Los actores? Todos brillanes o correctos, aunque cabría destacar, por supuesto, a De Niro luchando contra su lado femenino en el papel de ese impresionante capitán Shakespeare (un Ahab de las nubes que caza rayos en lugar de ballenas), o la esplendorosa sensualidad de una ya madura Michelle Pfeiffer haciendo de malvada bruja obsesionada por la belleza: ambas son impagables.
Mágica, divertida, distinta... Una sorpresa, sin duda, y una recomendación para todos los que aún no la hayan visto. Acudan si pueden a echarle una visual a esta pequeña joya: no sean tan cenutrios como yo y concédanle una oportunidad a esta sencilla historia.